La compra del confinamiento ( Tiempos del Coronavirus)
Desde que empezamos el encierro, ir a la compra se ha convertido en nuestra única actividad extraordinaria. Somos dos personas jubiladas en casa , en mi caso por mi enfermedad cardiovascular persona de especial riesgo. Nos hemos tomado muy en serio lo de encerrarnos , sobre todo lo de no dejar entrar el virus en casa. Tengo el convencimiento que con mi historial si me pongo mala me dejaran en casa, así que ya me quedo yo y no les doy el gustazo.
Compramos cada 12 días o más . Desde que empezó el estado de alarma hemos ido a comprar cuatro veces , menos mal, porque poner en marcha el operativo , que siempre había sido una actividad semanal y simple, ahora es activar un protocolo de actividad de alto riesgo.
En primer lugar varios días antes , estamos con un estado de alarma interior, como si se avecinara una tormenta de granizo en verano. Preparamos la lista de lo que necesitamos. La lista se hace separando por el tipo de productos, para no perder tiempo en el super buscando un producto y recorriendo los mismos pasillos varias veces. Repasamos la lista en casa , sacamos fotos de los envases de algún producto para reconocerlo y tachamos lo que no es esencial. Lo cirto es que en casa había una buena reserva de productos de comida de larga duración , de higiene y de limpieza. Debemos ser de los pocos que no hemos comprado papel de WC y pienso que pasaremos la cuarentena o ochentena sin tener que comprar.
La compra la realiza JM , mi compañero. En realidad es mi marido desde hace 42 años , pero como ahora cualquiera que se precie y forme parte de la izquierda moderna tiene que tener compañero , yo no voy a ser menos. Bueno que la compra la realiza mi compañero , que normalmente hacia la compra pero conmigo , sin fijarse demasiado y con la certeza de que si al llegar a casa faltaba algo . podíamos bajar a comprarlo. Después de lo que nos cuesta salir y entrar en casa, ahora si falta algo se sustituye por la imaginación.
JM se prepara como si fuera a realizar un acto prohibido, se viste con zapatos , vaqueros, camisa cazadora y bien afeitado . Alguno pensará que es lo normal, bueno tampoco tanto, después de ir con chandal, camiseta y pantuflas durante dos semanas, que solo nos lo cambiamos por el pijama de la noche, es una novedad cambiar la vestimenta, se viste de calle y de persona. En el momento de salir , coge la lista de compra , el DNI , la tarjeta bancaria , el móvil y unos kleenex. Lo imprescindible para no ser un indocumentado, si le da un telele con la salida al exterior. Se pone la mascarilla de algodón casera ,que he hecho siguiendo un tutorial de internet, aguja , hilo y mucho tiempo, ya que no tengo maquina de coser. En el último momento se pone los guantes y coge el carro de la compra en volandas para que no toque el suelo hasta salir el rellano. Abre la puerta, mientras los dos miramos con inquietud , a la espera de que podemos encontrar detrás de la puerta , después de muchos días sin abrir, estamos a la espera de cualquier sorpresa.
SE ha ido al exterior. Ahora me toca a mi preparar la vuelta del super. Pongo una bolsa de basura abierta a modo de alfombra. Preparo una botella de agua y lejía, alcohol desinfectante y un paño limpio ( de algodón claro, no se puede perder todo lo aprendido de nuestras madres por esta crisis). Sitúo un taburete para sentarse y quitarse los zapatos en el plástico y una bolsa de plástico para poner la ropa que ha salido a la calle. Organizo en la cocina la recepción de alimentos, pongo un cubo con agua y lejía . guantes para mi y el cubo para fregar con agua y lejía , claro esta. La lejía se ha convertido en el agua bendita , porque con el spray se esparce por todos los objetos en toda la casa, como el ceremonial del agua bendita en las iglesias. Menos mal que nonos han dicho incienso, porque iríamos colocados todo el día y la comunidad olería a hippies fumados de los años 70.
La llegada de Jm de la compra , es la segunda parte de la historia . JM se queda fuera de la casa y con el spray de agua con lejía va limpiando sus zapatos , el carrito, las manos enguatadas Desde el rellano me va dando los objetos imprescindibles que lleva en el bolsillo y yo me afano en limpiarlos con alcohol , nada pasa del primer plástico- alfombra sin ser desinfectado. Pasados unos largos minutos, en los que por ahora ningún vecino ha salido a coger el ascensor y no hemos tenido que dar explicaciones a nadie , mi compañero entra en casa, pasa a la ducha y después a la lavadora con toda la ropa exterior e interior que ha salido al espacio. Bueno el no entra en la lavadora solo la ropa.
Mientras tanto desarrollo toda mi furia desinfectante , con agua con lejía repaso todos los exteriores de todos los productos que han venido del super. Para terminar paso la fregona con agua con lejía y retiró todos los utensilios de la compra.
¡Uff ! menos mal que hasta dentro medio mes no hay que volver a poner en marcha el “protocolo: salir a comprar comida".
Nos sentamos en las butacas del salón, agotados . respetando la distancia social , que por suerte solo es un metro entre dos personas. Siempre había pensado que la distancia social era la que mantenías con algunos parientes y conocidos a los que no veías en años y procurabas no verlos . Tenemos el convencimiento que hacer la compra es un acto heroico y la seguridad sufrida que produce un bajón enorme.
Cuando nos suelten del confinamiento , me iré a un centro comercial y me daré codazos con todo el mundo. Si, podré hacerlo, porque con la desescalada (por ahora solo hemos escalado) los mayores saldremos los últimos . Cuando salga ya nos daremos codazos y nos pisaremos el callo. En que nos hemos convertido cuando estos actos tan dolorosos se echan de menos.
Compramos cada 12 días o más . Desde que empezó el estado de alarma hemos ido a comprar cuatro veces , menos mal, porque poner en marcha el operativo , que siempre había sido una actividad semanal y simple, ahora es activar un protocolo de actividad de alto riesgo.
En primer lugar varios días antes , estamos con un estado de alarma interior, como si se avecinara una tormenta de granizo en verano. Preparamos la lista de lo que necesitamos. La lista se hace separando por el tipo de productos, para no perder tiempo en el super buscando un producto y recorriendo los mismos pasillos varias veces. Repasamos la lista en casa , sacamos fotos de los envases de algún producto para reconocerlo y tachamos lo que no es esencial. Lo cirto es que en casa había una buena reserva de productos de comida de larga duración , de higiene y de limpieza. Debemos ser de los pocos que no hemos comprado papel de WC y pienso que pasaremos la cuarentena o ochentena sin tener que comprar.
La compra la realiza JM , mi compañero. En realidad es mi marido desde hace 42 años , pero como ahora cualquiera que se precie y forme parte de la izquierda moderna tiene que tener compañero , yo no voy a ser menos. Bueno que la compra la realiza mi compañero , que normalmente hacia la compra pero conmigo , sin fijarse demasiado y con la certeza de que si al llegar a casa faltaba algo . podíamos bajar a comprarlo. Después de lo que nos cuesta salir y entrar en casa, ahora si falta algo se sustituye por la imaginación.
JM se prepara como si fuera a realizar un acto prohibido, se viste con zapatos , vaqueros, camisa cazadora y bien afeitado . Alguno pensará que es lo normal, bueno tampoco tanto, después de ir con chandal, camiseta y pantuflas durante dos semanas, que solo nos lo cambiamos por el pijama de la noche, es una novedad cambiar la vestimenta, se viste de calle y de persona. En el momento de salir , coge la lista de compra , el DNI , la tarjeta bancaria , el móvil y unos kleenex. Lo imprescindible para no ser un indocumentado, si le da un telele con la salida al exterior. Se pone la mascarilla de algodón casera ,que he hecho siguiendo un tutorial de internet, aguja , hilo y mucho tiempo, ya que no tengo maquina de coser. En el último momento se pone los guantes y coge el carro de la compra en volandas para que no toque el suelo hasta salir el rellano. Abre la puerta, mientras los dos miramos con inquietud , a la espera de que podemos encontrar detrás de la puerta , después de muchos días sin abrir, estamos a la espera de cualquier sorpresa.
SE ha ido al exterior. Ahora me toca a mi preparar la vuelta del super. Pongo una bolsa de basura abierta a modo de alfombra. Preparo una botella de agua y lejía, alcohol desinfectante y un paño limpio ( de algodón claro, no se puede perder todo lo aprendido de nuestras madres por esta crisis). Sitúo un taburete para sentarse y quitarse los zapatos en el plástico y una bolsa de plástico para poner la ropa que ha salido a la calle. Organizo en la cocina la recepción de alimentos, pongo un cubo con agua y lejía . guantes para mi y el cubo para fregar con agua y lejía , claro esta. La lejía se ha convertido en el agua bendita , porque con el spray se esparce por todos los objetos en toda la casa, como el ceremonial del agua bendita en las iglesias. Menos mal que nonos han dicho incienso, porque iríamos colocados todo el día y la comunidad olería a hippies fumados de los años 70.
La llegada de Jm de la compra , es la segunda parte de la historia . JM se queda fuera de la casa y con el spray de agua con lejía va limpiando sus zapatos , el carrito, las manos enguatadas Desde el rellano me va dando los objetos imprescindibles que lleva en el bolsillo y yo me afano en limpiarlos con alcohol , nada pasa del primer plástico- alfombra sin ser desinfectado. Pasados unos largos minutos, en los que por ahora ningún vecino ha salido a coger el ascensor y no hemos tenido que dar explicaciones a nadie , mi compañero entra en casa, pasa a la ducha y después a la lavadora con toda la ropa exterior e interior que ha salido al espacio. Bueno el no entra en la lavadora solo la ropa.
Mientras tanto desarrollo toda mi furia desinfectante , con agua con lejía repaso todos los exteriores de todos los productos que han venido del super. Para terminar paso la fregona con agua con lejía y retiró todos los utensilios de la compra.
¡Uff ! menos mal que hasta dentro medio mes no hay que volver a poner en marcha el “protocolo: salir a comprar comida".
Nos sentamos en las butacas del salón, agotados . respetando la distancia social , que por suerte solo es un metro entre dos personas. Siempre había pensado que la distancia social era la que mantenías con algunos parientes y conocidos a los que no veías en años y procurabas no verlos . Tenemos el convencimiento que hacer la compra es un acto heroico y la seguridad sufrida que produce un bajón enorme.
Cuando nos suelten del confinamiento , me iré a un centro comercial y me daré codazos con todo el mundo. Si, podré hacerlo, porque con la desescalada (por ahora solo hemos escalado) los mayores saldremos los últimos . Cuando salga ya nos daremos codazos y nos pisaremos el callo. En que nos hemos convertido cuando estos actos tan dolorosos se echan de menos.
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