El balneario



Solo el nombre suena a decimonónico, a gente ociosa, a sociedad decadente, a mujeres vestidas de blanco con ropas vaporosas, a hombres con bigote, sombrero y bastón, a enfermos imaginarios, a gente recostada en tumbonas de madera reclinables y a enfermera vestidas de azul y blanco  llevando el vaso de agua a los usuarios del lugar. Bueno, esto es lo que se ve en las películas y los que se cuenta en las novelas.

El balneario al que voy  esta en Paracuellos del Jiloca, cerca de Calatayud. Es un lugar decimonónico pero me encanta. Es uno de estos sitios donde siempre se ha ido a tomar las aguas. Esto no significa beber, sino tomar baños y todo tipo de tratamientos. 

Es un pequeño hotel pintado de un rojo oscuro, con un jardín y grandes árboles. El hotel esta renovado pero conserva las viejas escaleras, los saloncitos para jugar a las cartas y un mobiliario recuperado de viejos tiempos, lavabos de porcelana, chaise longues y sofás tapizados con telas de damasco. La zona de balneario es completamente nueva, moderna y muy limpia. 

El comedor mantiene los muebles de otra época, pero con manteles y servilletas de tela y unas camareras encantadoras. Te tratan con cariño, te ofrecen un menú de tres primeros y tres segundos y luego empiezan a ofrecerte cosas que tienen en la cocina y si eso tampoco te gusta, te ofrecen una tortillita. Es comida casera pero preparada con esmero. Mucha gente se conoce de otras veces; deben ser asiduos al lugar. Se saludan, se dan besos y se preguntan por la familia.

Cuando entras en la recepción lo primero que notas es el olor a azufre; es un balneario de aguas sulfurosas medicinales que lo curan casi todo. 

El olor es penetrante y, a medida que te acercas al balneario a buscar tu albornoz y el gorro, el olor es más penetrante. Llegas a través de un corredor con una luz indirecta y a la mitad hay un grifo con agua del lugar. Sabe a rayos. Mejor ni probarla si no te la prescribe el médico y además tienes mucha fe en sus poderes curativos.

Este olor a azufre me recuerda al infierno. No he estado en el infierno de ultratumba como es de suponer. Cuando era pequeña  las monjas me aterrorizaban con los males del infierno, al que iría si me portaba mal y lo describían como un lugar que olía a azufre. Si el infierno es como el balneario un lugar con aguas sulfurosas creo que podré resistirlo.

El recorrido por el balneario consiste en una ruta por siete dependencias.

En primer lugar pasa por el pediluvio. Esto es unos metros con el suelo de cantos rodados  que tiene una profundidad de unos 30 cm. Vamos, como una acequia. Andas sobre las piedras unos metros en agua caliente y otros en agua fría. Todos soltamos un gritito acompañado de un pequeño juramento al pasar del agua caliente a fría. Damos cinco vueltas que es lo que dicen los papeles.

Después se va al nebulizador. No sé cómo es  porque solo se ve vapor de agua amarillo. No ves las paredes ni los bancos. A tientas, te sientas y a esperar que nadie se te siente encima. Las fosas nasales se despegan y después de 15 minutos sales como puedes y a la sauna.

En la sauna huele a eucaliptos, sudas rápidamente y cada vez que se te cae encima una gota de agua caliente te acuerdas de todos los santos. Pero se esta bien, te relajas y sudas sin hacer esfuerzo durante 15 minutos.

Llega el momento de la verdad: el templo de duchas. Pasa por tres duchas con chorros de agua fría y caliente, más helada que caliente, que te despejan de la tontera de la sauna.

Ha llegado el momento de que te metas en una poza de agua situada dentro de la roca, con una cascada natural de agua caliente y una luz tenue. Vamos, una delicia. Solo falta que te sirvan una copa de cava. La próxima vez que vaya lo propondré. 

Como lo bueno solo dura 15 minutos ha llegado el momento de que te metas en otra poza de agua helada. Solo consigo meter las piernas y salgo corriendo. Bueno, corriendo no, porque tengo las piernas paralizadas del frío.

Llega el momento de evasión: la gran piscina de chorros. Por la espalda por las piernas, por los riñones, por la tripa. Chorros de agua que te mueven a su antojo y que te dejan completamente nueva.

Cuando estas cansada de tanta piscina llega el momento de relax total. Te pones el albornoz y de vas a una habitación con tumbonas de piedra caliente y cambios de luz. Cromoterapia le llaman.

En estos momentos pienso: "Si esto es el infierno, me quedo en él".




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