El confesionario





Cuando piensas que es un domingo normal,  que vas a un concierto de música clásica, ( los únicos a los que voy desde hace mas de cuarenta años), que el concierto es una en una iglesia,  como muchos en la actualidad, (omo la gente va poco a misa,  las iglesias se convierten en salas de conciertos), resulta que piensas que no vas a hacer cosas nuevas.

Ayer fui a un concierto de música clásica, en una iglesia barroca de Zaragoza y hacía un frió polar. Hasta aquí todo normal. El concierto tenía una finalidad solidaria, la recaudación era para una ONG que trabaja en la India , Amigos de Odisha. Aprovecho a escribir su nombre para que algunos lectores os animéis a entrar en su web y a colaborar con ellos.

Me animé a ir por este motivo solidario , porque la recaudación era para esta ONG. Pensé ,que con el frío que hacia, la gente se quedaría en casa y después del esfuerzo de organizarlo estarían cuatro gatos o lo que es lo mismo, solo irían los que se lo curran siempre. Además los organizadores  se convierten en los donantes pecuniarios universales de la ONG, ya que siempre que hay una emergencia, acaban poniendo dinero ellos. Total que había que comprar un generador eléctrico, para que las niñas del orfanato, que se prepararan para la revalida  estatal,  puedan estudiar de noche. Son niñas que estan en las instituciones para las que trabaja esta ONG

Me equivoque en cuanto a la asistencia, la iglesia estaba abarrotada, con gente ocupando sillas auxiliares de las capillas  y mucha gente de pie. Así que me tocaba estar de pie, pero me dolía la espalda y empecé a recorrer el pasillo hacia el altar mirando si en alguna capilla las capillas encontraba algún escalón o alguna misericordia (esto es  el pequeño saliente que tienen las sillas de los coros de las catedrales para reposar las posaderas  de los canónigos durante  los largos cantos gregorianos de los oficios litúrgicos ) donde apoyar mis posaderas. No encontré nada,  pero me situé en la capilla de San José con el niño y me apoye en el altar. No veía los músicos,  pero oía la música y como todo era para una buena obra me conforme. San josé era enorme, robusto y grande que mas bien parecía el forzudo San Cristobal, y el niño rollizo, con la bola del mundo en la mano,  lo miraba embelesado. Una obra propia de Barroco, el único momento en que la Iglesia Católica valoró algo San José. porque es un santo con un papel bien triste en la vida de Jesús, la verdad es que solo por este papel de secundón se merece ser santo. Me paro que me pierde la iconografía.

Pronto vi un sitio no ocupado, bueno intuí que sería un buen sitio  y que estaría libre.  Era un confesionario cerrado y con la cortinilla puesta en el lateral de la capilla. Me acerque discretamente  pero no pude abrirlo. Insisti , porque no quería perder el puesto y  descubrí   en el interior de la puerta  un pestillo, lo moví y se abrió la portezuela de barrotes y con una cortina, miré en el interior y sí  que había una silla. Pedí a dos señoras , sentadas en una silla auxiliar,  que me dejaran pasar , me senté en el confesionario, descorrí la cortina , cerré la puerta con barrotes, abrí las ventanas con celosía,  para escuchar la música en estéreo,  y me quede recogida en mi cubículo.

Dentro del confesionario había una silla con brazos de madera,, de las de cura de toda la vida. La silla  tenía un problema,  el sitial era duro y mejor hubiera estado con un cojín, también eche en falta un calefactor, pero pedir todo esto ya era vicio. Dentro  del confesionario hay una bombilla que se enciende con un interruptor de primera generación, no lo encendí, porque a contraluz pensé que no me vería nadie. Los que como yo fuisteis a confesaros en vuestra infancia,  recordareís que el cura , mientras esperaba clientes pecadores, estaba con esta luz encendida para leer el breviario ( libro de lecturas que leían cada día todos los curas y repetían  la lectura todos los días de toda su vida). La luz se apagaba cuando alguien se acercaba al confesionario y se arrodillaba. Los hombres se acercaban  por delante y el cura les abría la puerta y los tapaba con la cortinilla . Las mujeres se arrodillaban en   los ventanucos con celosía de los laterales ( los que me sirvieron a mi para oir  el concierto en  estéreo) así la mujer pecadora ni veía al cura, ni el cura la veía a ella, no se cual de los dos motivos era el decisorio.

Creía que nadie me había visto y sentía el placer de hacer algo que durante toda mi infancia estaba prohibido. En mis años de juventud  este hecho  me habría supuesto una confesión muy larga , con examen de conciencia, dolor de los pecados ,  con la obligación del propósito de la enmienda , con el cumplimiento , sin quejarme, de la petinencia impuesta , imprescindible estos tres hechos para que el gran pecado me fuera perdonado. Ahora  mi acto ni era pecado, ni me tenía que confesar , ni le importaba a nadie , pero me daba gusto , era como si aun fuera un poco transgresora con la Iglesia Católica. De lo que no era consciente era de que me veían los de fuera hasta que  mi marido me aviso que me hacían fotos, Así que puedo aparecer por alguna red social, de estas en las que  se cuelgan fotos .

También puede ser que las personas que hicieran la foto no hubieran visto nunca este mueble litúrgico ocupado.

La foto de arriba os muestra mi punto de visión.

Cuando terminó el concierto , todos los aplausos, los bises y la gente se levanto para marcharse, me puse el abrigo, salí tranquilamente del confesionario, cerré el pestillo, puse la cortina  y me marche con gran dignidad, es decir, como si fuese mi palco asignado para la ocasión. Digo lo del palco, porque al igual que en el teatro todos vemos a los de los palcos, ayer todos los de alrededor vieron mi salida , sonreían , daban un codazo a su vecino y señalaban con el dedo hacia el confesionario. 

El concierto estuvo muy bien.




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