Pintar, tirar, catarsis.

Durante esta semana hemos pintado la casa.

Ya se que esto lo hace mucha gente y que no es motivo de una entrada en el blog.

En mi caso quiero que quede constancia que me he cansado un montón. Que sí, que se que ha pintado el pintor, pero es que he limpiado mucho y me dolía todo el cuerpo al llegar la noche. Lo pero era que a la mañana siguiente había que volver a empezar. Con deciros que hasta he añorado mis clases de acuagym con el profesor cañero del gimnasio, os lo digo todo.
Pintar la casa en la que vives sirve para darte cuenta de  varias cosas:

De lo sucia que esta. Hay polvo hasta en los rincones mas inesperados. Te planteas como vivías con esta suciedad escondida y que aflora estos días para sacarte los colores y hacerte la burla. Es como si los ácaros te dijeran: "¿Pensabas que eras limpia? Pues no. Mira: polvo"

De la cantidad de cosas que tienes que nunca utilizas. Como la cristalería de cuando me case, que se rompe con solo mirarla, pero que este dia hay que limpiarla. La verdad es que estos días elevas  a los  altares al lavavajillas y a la lavadora. Desde ahora, santos.

De la cantidad de cosas que tiras y de como el espacio con muchas menos cosas vuelve a quedar igual de lleno. Esto es mágico. Llenas las bolsa de objetos para tirar y al colocar los que te quedan, el diablo te ayuda, y ya estas otra vez sin espacio.

De la cultura que has acumulado. En forma de libros, discos, películas que han pasado por distintos soportes: papel,  vinilo, cintas de video, cintas de magnetófono, disquettes de ordenador. Muchos son la prehistoria de la tecnología, pero como te los compraste con tanto esfuerzo los limpias y los colocas de nuevo. Bueno, he tirado los que eran de publicidad o regalos de instituciones y periódicos o aquellos cuyo aparato fue a la basura antes que ellos. 

Pero lo verdaderamente agotador han sido los libros y papeles. Primero porque pesan mucho y los brazos llegan a tener agujetas, y segundo porque mentalmente es muy difícil tirar un libro.

He tirado cantidad de minicatálogos de las exposiciones; estos trípticos que te llevas a casa y que jamás vuelves a leer. 

También se han ido al contenedor del reciclaje los libros de las múltiples reformas de educación que hemos tenido. Estos libros blancos de papel brillante que costaban un montón, que nos daban en todas las charlas. Además de ir a la charla tenías que llevarte el libro y luego, claro esta, lo guardabas. Al ver los libros de la LOGSE pensé en cuanta fe tuve en esta ley, cuanto trabajo me llevo y cuanto me decepcionó. Vamos, un completo.

Lo más importante es que esta vez me he librado de algunos libros por primera vez en mi vida. He tirado aquellos libros que nos  traían de Francia, o que nos vendían a escondidas los libreros, escritos por socialistas y comunistas del mundo entero y prohibidos en España  Son textos de  Lenin,  el Libro Rojo de Mao Tse Tung, el Manifiesto Comunista de Marx y otros muchos sobre historia, el capitalismo, el colonialismo... que si bien son difíciles de leer en castellano, en francés era casi imposible. Los teníamos de la misma forma que los del OPUS tiene el Camino de Monseñor Escriba de Balaguer , como una nueva religión. 

Bueno que me he quedado muy ancha, me he librado de la revolución del 68, de la lucha antifranquista, de los progres y clandestinos y me he quedado sin sitio en las estanterías, como ocurre siempre: después de una catarsis te quedas como antes.


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