Transparencia informativa

"Transparencia informativa". Esta parece ser la expresión que más gusta en estos últimos meses y que se reclama en todos los sitios, sobre todo en los programas de comentaristas políticos, esos programas de radio y televisión a los que van un grupo de individuos, políticos y periodistas sobre todo, y que opinan sobre todos los temas, porque son tan listos que saben de todo.

Supongo que viven de esto y que están liberados de cualquier otro trabajo. Aun así, algunos se presentan como "redactor jefe" o "director" o "subdirector" o "jefe de internacional" de todos los periódicos de tirada nacional. Otros son  profesores de economía o de ciencias políticas de una universidad conocida. No sé cuándo dan clases y, mucho menos, cuando se las preparan. Ya sé que soy limitadita, pero a mí me era imposible dar una clase sin prepararla; será los comentaristas que son muy espabilados.

Todos reclaman transparencia, hasta tal punto que el gobierno ha hecho una ley de transparencia con una superweb en la que informa de todo lo que ya se sabía y en la que se esconde todo lo que no sabemos. La Casa Real dice que será más transparente y publica más fotos de la familia ideal en su web, pero no nos dicen qué pasa con los dineros del rey padre en Suiza, herencia de su padre (esto me recuerda a don Jordi). Ni siquiera nos dicen si la Cristina y su familia cenaron en la Zarzuela con el resto de la  familia. Ya sé que no es económico (cenaran los que cenaran, seguro que costo un pico) pero tiene su morbo.

Sin embargo, en otros sectores también se impone la transparencia informativa. Llos médicos te dicen con pelos y señales las consecuencias de una enfermedad: "Tienes cáncer (ahora se impone el tuteo). Te operaremos y si es necesario te pondremos quimio". Y hasta te hacen un croquis de la evolución de la enfermedad. Sólo les falta al final poner una carita contenta o un ataúd para rematarlo.

Mi última experiencia de transparencia informativa fue el día 4 de enero, en un vuelo Palma de Mallorca - Zaragoza. En cuanto estuvimos sentados en el avión y, con las puertas cerradas (si no, nos bajamos), el piloto dijo lo de: "Me llamo fulano de tal, soy el comandante de este vuelo. Salimos con retraso porque en Zaragoza hay mucha niebla. En el día de hoy, dos aviones de otras compañías han intentado aterrizar y no han podido. Intaremos aprovechar estas dos horas de la tarde que es cuando más calienta el sol y a lo mejor levanta la niebla. Me informan de que en estos momentos no se puede aterrizar, pero no se preocupen porque el vuelo es de 55 minutos y llevamos combustibles para tres horas. Podremos dar vueltas hasta que aterricemos y, de lo contrario, les llevaremos al aeropuerto de Barcelona".

Fue un parlamento solemne. Ni siquiera nos pusimos a cuchichear. Simplemente nos acojonamos y cerramos los ojos para el despegue. Algunos debían rezar y la mayoría disimulábamos como si no pasara nada. El vuelo fue estupendo. Como había un potente anticiclón no nos movimos y el sol era espléndido. La llegada al valle del Ebro también fue espectacular, todo niebla; parecía que volábamos sobre una capa de fondant blanco. Vamos, de película. Algunos sacaron sus móviles para hacer fotos  a la niebla. Zaragoza no estaba o, mejor dicho, estaba escondida debajo. No sé si las fotos eran para enseñar cuando aterrizásemos o para que las vieran sus allegados si encontraban el móvil. No pregunté.

De nuevo, nos hablo el piloto y dijo:
"Estamos llegando al aeropuerto de Zaragoza y vamos a intentar el aterrizaje. Necesitamos una visibilidad de x metros. Parece que ahora la hay".
Empezamos a bajar y algunos pasajeros dijeron que veían el suelo. Rápidamente volvimos a subir. Otra vez se nos puso él nudo en la garganta  y a los señores, sus partes de pajarita.

El piloto cogió otra vez el micro y dijo:
"No he podido aterrizar. Vamos a esperar un poco. Daremos unas vueltas (como si estuviésemos por Paseo Independencia) y lo intentaremos de nuevo. Si no podemos, no marearemos más la perdiz, les llevaremos a Barcelona".
De nuevo nos encomendamos a todos los santos, no para que nos acompañaran sino para que soplaran desde el cielo. El piloto lo de nuevo después de dar unas vueltas por el cielo y a dos palmos del suelo vimos tierra (algo así como Rodrigo de Triana cuando desde las carabelas vio América y grito ¡tierra!) y aterrizamos.

No necesitaba tanta información, bastaba decir: "Hay niebla", y hacer lo que hizo el piloto. A vece,s la información no es pode , simplemente es congoja.

La verdad es que el piloto lo hizo muy bien. Hasta lo aplaudimos los pasajeros cuando vimos que estábamos en tierra. Incluso yo, aunque lo de aplaudir en algunos casos me parece un poco chabacano. Estaba emocionada de verme en tierra, entre niebla que no dejaba ver nada,pero en tierra.

A eso se le llama transparencia informativa.

El piloto nos trato de usted, utilizó un  lenguaje claro y conciso, sin perder la calma, con tono de voz amigable, con alguna frase del lenguaje coloquial. Vamos, un modelo de transparencia informativa. Lo que no estoy segura es de si era el lugar adecuado

Tengo una propuesta: contraten sus señorías a este piloto en el Congreso de los Diputados, en los grandes Ayuntamientos y en los Gobiernos de las Comunidades Autónomas para que les de unas clases intensivas. Se dice todo, no se esconde nada. Si te jode, te aguantas. Tienes derecho a estar informado y se te informa.

Después de estas sesiones, no sé si conoceríamos las cuentas de los partidos políticos, ni cuántos asesores tienen los cargos políticos porque dicen que esto es materia reservada. Seguramente sabríamos qué tal le fue a Monago con su amiga de Canarias, si nuestras señorías reciben regalos millonarios porque les quieren mucho, con quién se acuestan, además de con sus pareja oficial (esto no es necesario que lo cuenten), dónde están las horas del pleno que se ven las sillas vacías, qué juergas se montan por Madrid de lunes a viernes, dónde se compran los trajes, a qée peluquería van, cuántos se han hecho operaciones de cirugía estética, qué toman en los bares y por dónde lo toman  y un montón de cosas más de su vida nocturna. Ya se que esto no tiene nada que ver con la política (que es cuestión de Estado y no se puede decir todo) pero por lo menos nos lo pasaríamos bien los que los pagamos y los mantenemos.

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