Los buenos propósitos de Año Nuevo.


Se ha puesto de moda hacer una lista de buenos propósitos para el nuevo año. Algunos, por ejemplo, deciden aprender inglés; no lo conseguirán, ya que suele ser el propósito del año pasado. Hay muchas cosas que cada año quedan en la lista de buenos deseos. 

Hemos avanzado poco en cuando a esta costumbre; mejor dicho, hemos ido para atrás. Cuando la religión católica dirigía nuestras vidas en este país era por Cuaresma que se hacía la lista de buenos propósitos. La ventaja es que la Cuaresma dura 40 días frente a los 365 del año para recordar lo que no hemos cumplido.

He empezado el año con el propósito de perder los kilos que he engordado estas Navidades. No soy original,ya se que es uno de los buenos deseos que están en la lista de muchos. En mi caso con el agravante de que no lo cumplí en los años anteriores, así que cada año tengo mas kilos que perder. Esto es como lo de aprender ingles, lo que no se aprende un año y el próximo, es mas difícil de aprender,  eres mas vieja, con menos capacidades intelectuales y con menos ganas.

En mi afán de cumplir, este año he vuelto al gimnasio y he empezado con el plan de actividades físicas, pero creo que me engañan un poco porque las cuentas no me salen.

Ejercicio físico habrá que hacer muchísimo y con resultados mediocres. Os quiero contar que 15 minutos de bicicleta estática suponen una perdida de 55 calorías, menos que las que tiene un yogurt desnatado, que se come en un minuto. Cada minuto en la cinta de andar, a una velocidad de 5 km hora, es un gasto energético de 5 calorías; necesitas andar una hora para consumir las calorías de una loncha de jamón serrano y eso sin contar el peligro que corres al estar sobre una máquina que, si te despistas, te manda al suelo y lo mínimo es que te des un gran porrazo. En la clase de  aquagym, me meto en una piscina de agua un poco templadita tirando a fría y durante 50 minutos salto, manejo las mancuernas, el churro, la tabla, doy patadas al agua y un montón de cosas más, y se perderán unas 100 calorías,  el equivalente a un huevo pasado por agua. En la clase de espalda sana, no se cuántas calorías pierdo, pero lo que pierdo es parte de mi dignidad, abriendo las piernas para hacer la mariposa, a cuatro patas levantando la columna para hacer el gato y moviendo todos los músculos de mi cuerpo, hasta aquellos que no figuran en los libros de anatomía, mientras tengo que respirar con  la tripa, con el diafragma y ensanchando las costillas y al mismo tiempo manejo el arco elástico, la cinta, la pelota y las pelotitas pequeñas. Ejercicio físico no se si hago mucho, pero intelectual una pasada para poder atender a todas las instrucciones de una encantadora profesora de la talla 34 .

Hay una norma  de oro en todas las actividades del gimnasio, meter el ombligo para fortalecer los músculos del torso y la barriga, así se tiene que poner un torso de tableta de chocolate . Mi torso, está  en la fase de chocolate a la taza.

Dicen que el ejercicio físico debe ir acompañado de dieta. Visto el consumo de calorías que se hace con el ejercicio físico, casi se debería estar sin comer. Como empezamos el año he puesto todo de mi parte: bebo agua hasta que los ojos se me  ponen vidriosos, no se si del agua o de llorar de pena. Preparo sopas diuréticas, como la de cebolla (os voy a dar la receta pronto), con lo que consigo depender de un urinario. Bebo té (verde , negro , rojo y de hierbas varias), que  dicen evita que te oxides más y que te puede llevar a la eterna juventud. Como verduras hervidas, que dicen que son riquísimas para nuestro organismo y nos llenan de fibras y minerales y hago muchas mas gilipolleces  para cumplir con mi objetivo de perder peso y estar sana y mientras tanto, cada vez que paso por la báscula, esta me hace cuchifletas. 

No se cuánto aguantaré, pero me estoy engañando a mi misma. En realidad, paso hambre en casa y me canso en el  gimnasio y todo con una sonrisa, porque cumplo un proposito de Año Nuevo, a la vez que demuestro que tengo una gran voluntad.

Hago como un hombre del pueblo que, después de la Guerra Civil, en una época en la que se pasaba mucha hambre, cuando salia de festejar (antes se iba a festejar en casa de la novia, delante de los padres de la futura esposa) decía: "He engañado a mi suegra, le he dicho que he cenado y no he cenado". El desgraciado estaría bien contento y orgulloso  de su mentira,  pero la tripa estaba vacía.

Comentarios

  1. Jaaa´jaaaaaa.¡Qué divertido! Me he reído un montón.
    ¡Ánimo, tú puedes! ¡Y si no le haces caso a la báscula para que no te haga cuchufletas? Yo es lo que hago últimamente. La miro muy de vez en cuando. ¡que se fastidie como la suegra aquella!

    Besos

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    1. No me queda mas remedio que mirar la báscula sino la gente me mirara a mi y algun niño impertinente dira : Mama mira que señora mas gorda.

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