Viaje cultural con el IMSERSO.
Parece un principio básico de este país que ningún jubilado activo lo es si no viaja con el IMSERSO. Esto es lo que he hecho esta primera semana de febrero. Si, con la de la ola de frío polar, nieve hasta las rodillas y alertas por fenómenos costeros.
La elección del viaje se hace un día de septiembre, a las nueve de la mañana, con una clave de acceso que te han mandado y, si pierdes un minuto dudando, te quedas sin plaza y pasas a listas de espera.
Nosotros conseguimos un "cultural". Así se llaman los viajes de seis dias: uno para ir, otro para volver y cuatro para que te den vueltas con el autobus. Lo de la cultura será para hablar en otra entrada.
Salimos el 1 de febrero a las 10 de la mañana. Hay que estar en la estación 45 minutos antes, para que miren si estas en la lista y te den un número de asiento. Los tres cuartos de hora son para ir al baño (esto es una constante en este viaje) y entonarse con el frío.
Descubrimos que el asiento era para todo el viaje, que se daba según el orden de inscripción, que no nos podíamos mover del sitio y que si queríamos algo teníamos que llamar a la guía. Eso si, íbamos acompañados de una guía y además en las visitas había otra guía que nos esperaba.
Al llegar a nuestro destino, el hotel, lo primero fue la comida. Y más reglas: podemos sentarnos donde queramos, pero no podemos dejar huecos; tenemos que tener el mismo asiento para todos los desayunos, cenas y comidas que se hagan en el hotel. Aqui echamos manos de nuestra psicología (rezamos) para acertar con los compañeros de mesa porque tenían que ser para toda la semana. Tuvimos suerte. Nos sentamos con dos parejas estupendas, cariñosas y vitalistas con las que nos llevamos muy bien. A medida que conocimos algunos de los asistentes nos sorprendíamos de la suerte que habíamos tenido.
Llegar siempre puntual al comedor, ni antes, ni después, es una norma básica. Esto se cumple a rajatabla porque te puedes quedar sin comida, sobre todo en los desayunos porque una horda humana de jubilados cojos se lanzan a por el queso, el jamon york, la mermelada y los trozos de pan que hay sobre una mesa. Siempre hemos oído decir que los españoles desayunan mal; esto es que no han visto desayunar a un grupo de jubilados. ¡Dios mio, cómo tragan!. Fruta, zumo, cereales, pan de molde, baguette, mantequilla, mermelada, queso, fiambre, bollería y todo lo que hay en la mesa central donde las manos se entrecruzan a la búsqueda de cualquier objeto comestible.
Las comidas son un tema fundamental en el viaje. Desayunamos en el hotel a las 8, salimos en autobus a las 9. Mientras tanto, hacemos cola para subir en el ascensor a la habitación y también hacemos cola para subir al bus. Llegamos al destino previsto después una hora de viaje. Nos hacen una visita paorámica (como una hora) y nos llevan a comer al quinto infierno, a una distancia de treinta minutos de la ciudad que estás visitando o, bien, nos hacen volver al hotel para comer. Por la tarde vuelta a empezar, subida al autobus y lo que se preste.
No se si sabéis lo que es una "vista panorámica". Intentare explicarlo: sube al bus una guía local y te van llevando por las calles de la ciudad. La guía te da mucha información de quien hizo la casa de la izquierda o de la derecha (arquitectos que conocen en su casa pero no en los libros de historia del arte). Desde la ventana del bus alcanzamos a ver los bajos de las fincas y los letreros luminosos de las tiendas. Lo que mejor se ve son las cruces de las farmacias, el verde es muy acertado. Te paran un par de veces en alguna plaza, pero que conseguir que bajen 54 jubilados con sus abrigos, gorros y bufandas y que suban otra vez se lleva 30 minutos cada vez. Después de esto, la visita panorámica ya ha terminado, treinta minutos libres para tomar un cafe e ir al baño y a comer, otra vez.
Un tema importante es el trato de las guias, correctisimo, pero como si hablaran a niños de párvulos, deletrean, vocalizan, repiten más que en la ESO. Incluso nos cuentan cada vez que sale el bus para comprobar si estamos todos.
Por último voy a contaros la "planificación" de las comidas. Se come filete (rebozado, a la plancha, etc.) con patatas fritas, todos los dias. A veces para comer y para cenar. Además, se come sopa para cenar todos los dias. Algún dia se cambió el filete por pollo, e incluso 3 veces nos dieron pescado con lechuga. A mi casi se me saltaron las lágrimas al ver el verde en el plato. Los "postres variados" son yogur, pastel, piña en almibar y alguna vez una naranja a la que le haciamos la ola antes de probarla.
Durante la semana no hubo pasta, ni huevos, ni verdura. Esta semana el nuricionista estaba de vacaciones. La dieta mediterranea estaba ausente y la sal era muy generosa. Las cantidades, las justas, para que no nos subiera la tensión con la comilona.
Volví del viaje con un catarrazo que me ha tenido ocho dias en la cama y fuera de este mundo. Y, la verdad, ha sido como una catarsis después del viaje.
Comentarios
Publicar un comentario