La magdalena de Proust y las arbosses de mi infancia ( arbosses o fruto del madroño)




Hace unos días estuve de viaje y en un jardín encontré un  árbol llenos de frutos rojos . Son bolitas con una capa rugosa, tienen el color muy vivo y son muy bonitos. Son el fruto del madroño . En casa se le llamaban "arbosses" y así les llamaré en este escrito.

Me paso como a Proust  con la magdalena, fue un motivo para desencadenar recuerdos. de mi padre y mi casa.

Debo empezar diciendo que no he leído "En busca del tiempo perdido",  de Proust, al igual que muchos de vosotros. Es una de las grandes obras de la literatura universal , pero como pasa con muchas de las obras catalogadas como imprescindibles, muchos prescindimos de leerlas. Lo cierto es que en un momento de mi vida, hace muchos años,  creí en mi y empecé este libro . El primer volumen, creo que son cinco libros. En la primera página aparece la magdalena y en la página diez sigue la magdalena, ya esta empapada con la leche, ya se ha masticado , vienen los recuerdos , yo no entendía nada. Decidí que era mas simple de lo que pensaban otros de mi,  que no podía con la magdalena, ni con el tiempo perdido de Proust. Desde entonces huyo de las grandes obras universales y de los libros de mas de 500 páginas.
Me acorde de Prous porque al ver las "arbosses"recuperé una parte importante de mi vida.

Les "arbosses" me recuerdan a mi padre y a mi niñez. Eran algo excepcional, una fruta  que solo comíamos cuando mi padre iba a cazar y las traía en el zurrón. 

 En otoño había tres frutos silvestres muy apreciados en casa, " les arbosses, les nesples y els pomissons". No conozco el nombre en castellano, nunca los he visto en ningún mercado  ni en las Islas, ni en la Península. Las" nesples" son marrones, del tamaño de una bola de  pimpon pequeña, en el interior tiene una carne blanda que recuerda a las natillas. Los "pomissons" son como unas manzanitas minúsculas,  deun color un rojo oscuro casi marrón , el interior tiene la textura de la manzana , incluso el sabor recuerda a la manzana. Las " arbosses" de color rojo vivo , tienen  el interior de una carne blanca ,  un poco tersa, me recuerdan a la pulpa  de las  chirimoyas. Ya veis han pasado mas de 50 años y recuerdo el sabor de cada fruta,  como si las estuviera comiendo ahora.

Mi padre como todo cazador era un depredador, en el sentido de los hombres del Paleolítico, que salían a cazar en grupo y recogían todo lo que encontraban comestible durante la travesía. Salía a cazar y si no había caza, traía todo lo que pillaba en el bosque: frutos silvestres, setas, hierbas  medicinales , verduras para ensalada  etc.

 Frutos silvestres había muchísimos, además  de los que he citado, cogía bellotas dulces, nueces, manzanas silvestres , durante la temporada de caza  ( otoño e invierno) variaban  a lo largo de  los meses y según los lugares del monte y del bosque por los que se movía.

Setas conocía un montón,  así que las cantarelas- rebozuelos  o los revollones erán las mas normales , había pies de rata, orejas de conejo, "cogoma", azules, y otras variedades ,  todas muy finas y de un sabor delicado. Las comiamos en arroces, a la plancha , fritas y si había muchas se ponían en conserva. Nunca nos preguntamos si eran comestibles o no,  como las traía mi padre eran para comer seguro.

 Las hierbas medicinales y para condimentar las comidas eran el orégano, el tomillo, el romero, la camomila, la hierbaluisa, la albahaca, el laurel, el enebro, el eneldo, el hinojo y otras hierbas específicas para algunas enfermedades como para disolver los  los cálculos biliares,ayudar al riñón, para la digestiones pesadas, para  la tensión alta  y para  casi todas las enfermedades.  De hecho el medico del pueblo el Dr. Martinez ( hay una receta de él en este blog) las recomendaba y decía a sus enfermos mayores que cazadores tenían en su casa las hierbas que necesitaban. Al llegar a casa ,mi padre lavaba las hierbas, las secaba a la sombra , una vez secas  las recogía en bolsas de papel de estraza,  y las guardaba eb cajas de cartón de zapatos, porque según él  las hierbas para conservar sus propiedades tenían tenían que respirar. Durante todo el año surtía a todo  el que se lo pedía de estas hierbas. Era un orgullo para él disponer de esta farmacopea casera que distribuía con ayuda de su amigo el médico Martinez.

 Había una hierba especial , la hierba "falera" era muy apreciada para enfermedades hepáticas , tenía una hoja grande, como de un helecho gigante y solo nacía en las paredes de las simas,  a unos metros de profundidad,  en  un poco de oscuridad y con humedad, así que cogerla era toda una aventura. Es una hierba endemica de la Sierra de Tramuntana de Mallorca.

Entre las hierbas para ensalada las mas apreciadas eran : la " camarroja", achicoria silvestre, que tenía un gusto algo picante  y amargo , crecía  en zonas llanas y soleadas ,  pero en el monte y los berros que tenían un sabor algo amargo , que se encontraban en la orilla de los torrentes , cuando estos llevaban agua. Las comíamos en ensalada , eran un manjar y una exquisitez cuando  mi padre las conseguía. En aquellos tiempos ninguna de estas dos verduras estaban en el mercado. Ahora se cultivan y  en algunas fruterías las puedes encontrar.

No comíamos estas cosa por necesidad , sino por placer. Ver llegar a mi padre con estas cosas era un gustazo. Eran sabores que correspondían solo a una época del año, que no estaban en el mercado, que te hacían pensar en la suerte que tenías de poder conocerlos.

Ha pasado el tiempo , mas de 50 años, el consumo nos ha invadido, la vida en la ciudad nos obliga a comer solo lo que hay en  las tiendas. El campo ya solo es una postal ,  cuando lo visitas una foto bonita y un espectáculo para la vista , pero ya no  lo veo como fuente de alimento y soy incapaz de aprovechar nada de lo que me puede proporcionar un bosque.Si me extravío en un monte lo mejor es que tenga la localización bien puesta en el móvil para que me encuentren.

Ahora entendéis lo de la magdalena de Proust, citar a este autor es mi toque intelectual ,  sería incapaz de sobrevivir en la naturaleza pero una simple "arbosse" del tamaño de una canica de niño sirve para recordar hasta los sabores de mi casa.

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